Aprendimos que la adicción es una enfermedad, no es una cuestión de moral. Una enfermedad que puede arrestarse pero no curarse, en esto es similar a la diabetes. La total abstinencia de drogas o alcohol, en cualquiera de sus formas, incluyendo las medicinas, es la forma de arrestarla. No podemos evitar que el adicto use drogas, así como tampoco que el tuberculoso tosa. Nadie, ni el doctor, el clérigo, ni la familia puede hacer esto por él o ella.
Encontramos que el uso compulsivo de drogas no significa falta de afecto por la familia. No es cuestión de amor, sino de enfermedad. El adicto ha perdido el poder de selección en cuanto a drogas se refiere. Aún sabiendo lo que el primer trago, píldora, pase o cantazo le causará, lo hará. Esta es la “locura” de la que hablamos acerca de la enfermedad.
Al entender y aceptar totalmente que la adicción es una enfermedad mental, emocional y física y que somos impotentes ante ella, estamos listos para aprender una mejor forma de vida.
Sólo por hoy...
Tendré una media hora de quietud y silencio para mi solo y me relajaré. Durante esta media hora, en algún momento, trataré de obtener una mejor perspectiva de mi vida.